la BELLA durmiente que se quedó sin Príncipe

Hace unos días, en mi país renunció el Presidente de la República. Detrás del escenario: corrupción, muchos bandos peleando por el poder, un congreso que parece más un circo romano que un parlamento que dicta leyes en favor de los hijos de la patria, partidos políticos plagados de mercantiles y una población que le hace la competencia a la bella durmiente y está esperando que llegue su príncipe imaginario a rescatarla de su insomne muerte. Una población inactiva y no involucrada en política, es para mí una de los factores que más influyen en el debilitamiento del sistema político y el reinado de la corrupción. No hay quien insurja, a pesar de la gran disconformidad.

Lo he vivido en mi propia comunidad, en mi propia familia. Leen y leen titulares, ven noticias hasta el cansancio, se quejan del sistema, juzgan, acusan al corrupto, saben que tiene bunkers con dinero mal habido, saben que vende lo que el municipio colecta como plan de reciclaje, saben que compra conciencias, saben que negocian con las obras, lo saben, pero prefieren espectar desde lejos, desde su palco.

Ayer ( el día en que se celebraba la hora del planeta), muy temprano como para que nadie se oponga, en mi urbanización (California), trabajadores de la municipalidad de Victor Larco en Trujillo, La Libertad empezaron a talar cuatro palmeras de una calle. Indignada porque en este mundo lo que más hace falta es que planten árboles , me acerqué a preguntar el por qué, y el encargado me dio una razón tras otra. Dijo que las palmeras se podían caer y que estaban debilitadas. Y cuando le pregunté si tenían el permiso de la entidad correspondiente me dijo que si, le pedí que me lo muestre y me dijo que no lo tenían allí, le pregunté – y cuál es la entidad que ha venido a supervisar ? Y en medio de un titubeo y sonrisa nerviosa me dijo que no se acordaba ( y era un funcionario del municipio del área de defensa civil). No tengo mayor conocimiento forestal. Pero soy veterinaria y amante de la vida. Se ver cuando un ser vivo está enfermo. Esas palmeras altas y de tronco grueso, del hojas verdes turgentes y frondosas, de base fuerte, no daban signo de debilidad. Sin embargo, no pude refutar, no pude impedir que las cortaran. No sabía cómo contrastar la información que me daban. Era sólo yo contra el Municipio. De una población estimada de 63 mil habitantes, solo yo y más tarde una viejita, fuimos las que tratamos de defender a los árboles. Vecinos que luego se quejan del polvo, del calentamiento global, de la falta de sombra, de que todo es cemento, de que antes habían más árboles, de que en la misma calle el año pasado ya habían cortado dos árboles para poner cemento para estacionar carros, y sólo echan la culpa al municipio y al gobierno, porque es lo único que saben hacer, no reaccionaron, no se acercaron. Porque no saben que son parte del Estado, que tienen derecho a defender su comunidad , su bienestar y la vida.

Lo mucho que pude hacer fue denunciar ante el servicio nacional de flora, decirles a los municipales que si estaba mal lo que hacían les caería una denuncia, hacerles prometer que planten nuevos árboles en su lugar.

Ahora, cuando camine rumbo al parque con mi hija no podré decirle bajo la sombra fresca que sólo sabe dar un árbol: Marina, y donde están las palmeras? Ella ya no tendrá hacia dónde dirigir el dedo, su sonrisa y el brillo de sus ojos de niña.

Roxana Angelats

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